Durante ocho décadas, el proyecto europeo ha sido sinónimo de paz, estabilidad, democracia y prosperidad. La Unión Europea no es perfecta, pero ha sido una historia de éxito colectivo. Una conquista que nos ha permitido vivir en libertad, garantizar derechos y desarrollar un modelo social único en el mundo. Ahora bien, este proyecto está hoy más amenazado que nunca, tanto desde dentro como desde fuera, y es necesario defenderlo activamente.
Pero defender Europa hoy no significa hacerlo frente a los aranceles estadounidenses, la competencia china o las amenazas rusas. Significa, sobre todo, proteger y fortalecer los valores que han sido el corazón del proyecto europeo: la paz, el Estado de derecho, la democracia, la igualdad y la solidaridad. Los valores que nos definen como comunidad política y como espacio de convivencia y que, como proclama Enrico Letta a menudo, nos hacen ser mucho más que un mercado.
Vivimos en un mundo global en el que el peso económico y tecnológico define la capacidad de los Estados. Que Europa sea un actor relevante depende de su capacidad para ser competitiva, y para ello hace falta una industria y una economía dinámica, innovadora y sostenible. No se trata solo de crecer por crecer, sino de garantizar una prosperidad compartida que beneficie a toda la ciudadanía. Competitividad significa tener empresas fuertes, talento formado, una economía verde y digital, pero también cohesión social y oportunidades para todos. Sin competitividad, los valores europeos se vuelven frágiles; sin prosperidad, la democracia puede fallar.
Y sí, hay que reforzar la seguridad común ante un mundo cada vez más inestable, con guerras en nuestras fronteras y actores que cuestionan las normas internacionales. Pero la seguridad europea también incluye proteger nuestras infraestructuras críticas, garantizar la seguridad energética, defendernos de las ciberamenazas y asegurar sociedades resilientes ante el cambio climático o las pandemias. La seguridad no es solo una cuestión militar: es, sobre todo, una cuestión de garantías para la vida cotidiana y de capacidad para responder a los retos de forma coordinada y solidaria.